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domingo, 17 de abril de 2011

Es como cuando estas debajo del agua y puedes ver la luz, eso me pasa a mi.

Emociones encontradas. Sentimientos contradictorios. Subo. Bajo. Corro. Me paro. Sonrió. Lloro.
Todo es muy confuso. A veces no se que pensar, si vengo o si voy, no tengo ni idea de que estoy haciendo.
Las calles pasan por debajo de mis converse, mi chaqueta se agita con el viento y mis pensamientos flotan con las nubes. Siento que soy la ironía de la vida. Es uno de esos día que me apetece pasear sola por mi ciudad, con mi cuaderno, pensando en todo.
Son días de vinagre y rosas, que no apetece más que sentarme a contar las estrellas y arrancar pétalos de las margaritas. Ese tipo de días que yo tengo de vez en cuando, recorro las calles con los cascos puestos, el pañuelo en el cuello y una sensación extraña en el estomago. Me apetece correr, correr, correr y no pararme nunca. Me apetece ser feliz y gritar al mundo mis pensamientos. Pero querer no es poder.
Y yo no puedo cumplir todos mis sueños, así que la resignación ocupa el lugar de la esperanza. Aun así, no me siento triste, es más como una especie de nostalgia algo apática en la que me hundo poco a poco.
Al principio me da vergüenza, para después dejar paso a la tristeza y como ultimo paso, a la rabia; y maldigo el día en que nacieron todos, maldigo toda la puta mierda de mundo en el que vivo. Me pongo a dar patadas a las papeleras para sacar de mi toda esa furia, y al final, la saco toda.
Cuando acabo de expresarme me quedo serena, tranquila, se aceptar las cosas. Y es entonces cuando lloro, cuando las lágrimas caen por mi cara limpiando todo el dolor que tenia dentro, pero no estoy sola. Se que ellas estarán conmigo, y doy gracias a dios por lo que tengo, y dejo de pensar en lo que me falta.
Ahora se que es el momento de un nuevo inicio, y volveré a ser feliz, más que nunca.


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